La adolescencia es una etapa de enormes cambios, donde los jóvenes pasan de sentirse unos niños a querer ser vistos como adultos. Durante este periodo, los adolescentes buscan desvincularse progresivamente de los padres y querer tomar decisiones de forma independiente, no obstante, como aún no tienen las herramientas ni la seguridad para una independencia total, sienten la necesidad de apoyarse en los padres, debiendo éstos ejercer cierto control conforme sus hijos van demostrando su madurez y responsabilidad. Esto es necesario, dado que en los adolescentes es habitual dejarse llevar por las emociones y no tanto por la razón, no sabiendo en muchas ocasiones darle nombre a sus emociones y pudiendo tener una sensación de invulnerabilidad donde el deseo de aceptación por parte de su grupo de iguales puede ser considerado como lo más importante.
Es en esta etapa también, donde los padres pueden sentir mayores dudas sobre cuáles son las actitudes más correctas que deben desempeñar con sus hijos, sintiéndose frustrados por comportamientos negativos de sus hijos y entrar en una dinámica con éstos de discusiones y enfados.
Es aquí donde voy a describir tres ingredientes fundamentales que tienen que tener en cuenta los padres para aplicarlas en el hogar con sus hijos:
1er Ingrediente - Confianza: Debemos pensar en la confianza como un estado, más que como una actitud. La confianza se trata de hacer ver a nuestro hijo que sabemos que sus actuaciones siempre van a ser las correctas, que va a ser responsable y va a tomar buenas decisiones, que nosotros confiamos en él y hacerle saber que si en algún momento necesitara algo o cometiera un error, nosotros vamos a estar para apoyarle y ayudarle. No obstante, si nuestros hijos ante la confianza dada no llevan a cabo las actitudes correctas, debemos pasar al segundo ingrediente.
2do Ingrediente - Límites: Los límites son la cuerda que nos permite soltar o tensar a nuestro hijo. Es decir, los límites deben de ser considerados como el yogurt que necesita nuestro hijo y que le va a permitir "dar el estirón". Los límites no tienen por qué ser siempre castigos, sino detectar qué es lo que realmente necesita para ayudarlo en su madurez y autonomía.
Pueden ser recompensas ante buenos comportamientos, castigos, obligaciones o responsabilidades entre otros... Así pues, para que estos dos ingredientes se puedan aplicar, necesitamos pasar a un tercero.
3er Ingrediente - Comunicación: Pilar fundamental y troncal dea la educación. La confianza y los límites se sustentan en la comunicación. Mediante la comunicación tenemos la posibilidad de negociar qué límites se pueden aplicar, hacer ver a nuestro hijo qué actitudes son las correctas, que se sienta escuchado y reconocido al mismo tiempo que pueda expresar sus inquietudes y preocupaciones. La comunicación no es ser reiterativos con ellos o como ellos suelen decir: "me estás rayando mamá y papá" o "qué cansinos estáis".
Cuando hay actitudes incongruentes o dañinas para nuestros jóvenes, será el equilibrio de estos tres ingredientes lo que permitirá regular la situación. Si aplicamos demasiado de uno u olvidamos alguno de los tres, la "comida puede salirnos o quemada o cruda". Nunca se dijo que ser un buen Chef fuera fácil.