A día de hoy sigo encontrándome mujeres que plantean no conocer su cuerpo, sus genitales, su sexualidad, e incluso están convencidas de que el placer viene del magnifico bien hacer de su pareja.
Algunas mujeres tienen miedo a no gustar, a no estar a la altura, a dar que hablar, sufren porque no disfrutan o no lo hacen como creen que deberían y dejan hacer sin rechistar.
La forma en que asumes el hecho de ser mujer, la aceptación de tu cuerpo y cómo vives tu sexualidad y tus relaciones está influenciada por los mensajes que recibiste cuando eras pequeña. Nuestros padres (o cuidadores) son el espejo en el que nos miramos y si nos sentimos rechazadas por ellos nos creemos indignas de amor, por lo que difícilmente podremos amarnos a nosotras mismas. Otro tanto sucede con el sexo, si para ellos era algo sucio, innombrable, oscuro, ¿cómo crees que lo solemos vivir nosotras? Exacto, tal como nos enseñaron nuestros mayores... salvo que hayamos logrado madurar y elaborar nuestros miedos y complejos. Tampoco hay que menospreciar la influencia de la educación religiosa. La vergüenza y la culpabilidad sexual son muy comunes en la sociedad occidental debido a la tradición judeocristiana, que, en general, condena el placer y la sexualidad sin fines reproductivos.
Las mujeres debemos responsabilizarnos de nuestra sexualidad. No solo debemos conocer nuestro cuerpo, saber cómo funciona y averiguar lo que de verdad nos produce placer, también hemos de preguntarnos cómo nos gustaría que fueran nuestras relaciones sexuales.
Uno de los errores que más dañan la sexualidad femenina es la creencia generalizada de que el equivalente al pene en la mujer es la vagina, sin embargo el equivalente al pene en la mujer es el clítoris. Dicho de otro modo, para una gran mayoría de las mujeres la penetración vaginal no basta para alcanzar el clímax, ya que el clítoris no recibe la atención adecuada. De hecho, el orgasmo se alcanza por:
- Estimulación directa del clítoris y/o su zona circundante, sea con o sin penetración vaginal. Esta estimulación puede producirse manual (sea tu mano o la suya), oral (con la ayuda de una pareja) o mecánicamente, utilizando un vibrador u otro sistema (desde el roce de una almohada hasta el agua a presión de la ducha).
- Estimulación indirecta, cuando la postura coital permite la presión, el roce o la estimulación continua del área púbica de la mujer y con ello de su clítoris, Sin embargo, entre muchas de vosotras, sigue prevaleciendo la convicción de que existen dos categorías de orgasmos: los vaginales (los auténticos) y los clitorianos (como mucho, de segunda clase), y que lo correcto es llegar sin más estímulo que el de la penetración.
El clímax se alcanza de muchas formas y no hay que hacer distinciones entre cuál es la mejor o la peor. De lo que se trata es de disfrutar.
Para gozar has de desprenderte del miedo, de la vergüenza y la culpa y aprender a utilizar tu cuerpo como una herramienta sexual.
¿Qué tienes entre las piernas: algo feo, sucio y deshonroso, o unos genitales hermosos que son la fuente de tu placer?
¿Por qué nuestros genitales nos parecen tan raros, incluso feos y poco dignos de halago? Por puro desconocimiento. ¿Cuántas veces has observado una vulva? Al igual que cada cara es única, nuestros genitales también lo son.
Hay labios mayores de mil y una versiones: gruesos, no tanto, muy finos, algunos con mucho vello púbico, otros con escaso y de tonalidades distintas. La mitad de las mujeres apenas tienen labios menores y la otra mitad los tienen más largos que los mayores, incluso muchas tienen un lado que sobresale más que el otro; algunos están divididos en dos, otros han sido alargados por métodos artificiales ya que la tradición tribal lo demanda, existen capuchones muy sencillos, mientras que otros son arrugados como si tuvieran varias capas de piel...
Podría seguir, pero ya te habrás hecho una idea. Observa el color, la forma, el tamaño de tus genitales. Son únicos, son maravillosos. Apenas se habla de masturbación femenina y, cuando se hace, todavía resulta incómodo o, peor aún, se convierte en un chiste fácil que suele girar en torno al uso del vibrador. Es como si no tuviéramos derecho a autosatisfacernos... Como si tuviéramos que esperar a la aparición de un hombre para acceder a la sexualidad.¿Qué hay de malo en procurarse placer a una misma? Nada. Nada de lo que avergonzarse, nada de lo que sentirse culpable. Sin embargo, hasta las personas más sexualmente liberadas, parecen pasar apuros a la hora de abordar esta cuestión. Lo de siempre, la educación. Masturbarse debería considerarse algo natural, algo primordial que forma parte de nuestras vidas, exactamente igual que comer o dormir. Hay muchas razones para autosatisfacerse, aunque luego no se lo cuentes a nadie. Básicamente es liberador, divertido y sano, muy sano (hasta la Organización Mundial de la Salud ensalza sus virtudes). Pero si necesitas más razones, he aquí unas cuantas:
- Para aprender a sentirte cómoda en tu piel.
- Porque conocer cómo reacciona tu cuerpo, te dará seguridad en tus relaciones de pareja.
- Porque es la mejor escuela. ¿Cómo pretendes enseñarle lo que te gusta o lo que no te gusta si no lo sabes ni tú?
- Nunca has disfrutado de un orgasmo y quieres descubrirlos. (Masters y Johnson averiguaron que el 94% de las mujeres que nunca se había masturbado tampoco había sentido un orgasmo de otra manera).
- Para probar cosas nuevas (luego, si quieres, ya las harás con alguien).
Por otra parte, la continua obsesión por la genitalidad hace que muchas veces descuidemos otras partes de nuestro cuerpo. Salvando los pechos, labios y boca, hay otras zonas erógenas a las que no solemos sacarles el suficiente partido. Por ejemplo: lóbulos de las orejas, párpados, cuello, hombros, espalda (atención a la zona justo encima del coxis), axilas, alrededor del ombligo, cintura, caderas, nalgas, cara interior de los muslos, detrás de las rodillas, dedos de las manos y los pies... De hecho, toda nuestra piel es susceptible de provocar excitación sexual. Cada una de nosotras debe, pues, descubrir sus zonas erógenas favoritas y cómo prefiere estimularlas: con las manos, la boca, los labios u otra parte de nuestro cuerpo o el de nuestra pareja. Asimismo, debemos decidir lo que más nos gusta: las caricias suaves, las presiones más o menos fuertes, los mordiscos, los pellizcos, las succiones... Y tampoco nos privemos de otras posibilidades de estimulación: ¿qué tal usar plumas, pieles, tejidos de diferentes materiales, pinceles de todos los grosores, geles que dan frío o calor, agua a diferentes temperaturas o cubitos de hielo, por poner ejemplos? Usa la imaginación.
Es cuestión de probar. Siento repetirme con lo de la necesidad de experimentar, pero es lo que hay: no existen reglas fijas, cada una tiene que decidir lo que le gusta, tenemos derecho a disfrutar de nuestro cuerpo y poner en práctica nuestros deseos, y a vivir una sexualidad plena. Nadie debería asustarse porque las mujeres queramos tener derecho a disfrutar de nuestros cuerpos como queramos y con quien o con lo que queramos (sin utilizar a nadie, tampoco a nosotras mismas),experimentar y poner en práctica nuestros deseos, sin temer que nos agredan psíquica o físicamente por ello.
Psicóloga y sexóloga