¿Quién dijo que comunicarse con los hijos fuera tarea fácil?
No por ello hay que desanimarse, teniendo en cuenta que los padres y madres somos los responsables de su educación y una parte importante es la forma en que aprenden a comunicarse con nosotros, para luego, salir a comunicarse con el mundo exterior.
Si te preocupa cómo te relacionas con tu hijo/hija, cómo te manejas en las discusiones o sencillamente cómo se da una conversación entre vosotros, puedes poner en práctica algunos de los siguientes consejos:
- Expresa tus peticiones de modo que tu hijo pueda decir “Sí”. Comienza con algo positivo, no con una discusión. Escuchará más fácilmente si tu petición apela a su necesidad de control y de independencia. Si dices: “¿Qué prefieres, recoger los libros o tus juguetes?” es más probable que consigas su cooperación que si le ordenas: ¡” A recoger todo ya”!
- Involucra a tu hijo. Podrías preguntarle: “¿Cuál piensas tú que sería una consecuencia razonable por haberme insultado” o “por no haber cumplido tus obligaciones?”.
- Explícale tu punto de vista. Podrías decir: “Tenemos que irnos ya del cumpleaños, tengo que preparar la cena”. Si tu hijo responde: “No me importa, no tengo hambre”. Podrías decir: “Es hora de cenar y el resto de la familia sí”.
- La negociación no significa ceder. Ten presente que la negociación no consiste en ganar y perder, sino en llegar a acuerdos que os beneficien a los dos.
- Responde a la crítica con una pregunta razonable. Si tu hijo te dice que ya basta de insistir en que se limpie su habitación, podrías decir: “¿Cómo lo organizarías tú este asunto? ¿Cuándo te gustaría hacerlo?”, porque hay que hacerlo.
- Toma un momento para calmarte. Si tu hijo te hace enfadar, ve a otro lugar de la casa, y tranquilízate antes de volver a hablar con él. “Tu respuesta emocional facilitará o hará aún más intensa la pelea”.
- Deja que tu hijo gane a veces. Escoge tus batallas de forma inteligente, recuerda que cambiar de idea no significa que estés perdiendo. Podrías decir: “De acuerdo, lo haremos como tú dices, pero hagamos un trato: la próxima vez tú me escucharás antes de enfadarte”.
- Deja que tu hijo exprese sus sentimientos sin enjuiciarlos. Es natural que los niños tengan sensaciones intensas, que cojan rabietas cuando no pueden conseguir aquello que desean. Los padres y madres, a pesar de sus mejores intenciones, también se enfadan y suelen reaccionar gritando. Una cosa conduce a la otra y un desacuerdo simple se torna en una batalla de voluntades, con gritos, pataleos y lágrimas. Aceptar su emoción y la tuya, además de acompañarle, ayudará a que la situación se calme.
Recuerda, eres tú quien tiene la última palabra. No hay porqué alcanzar el consenso en toda negociación. Antes de tomar una decisión, procura haber tenido en cuenta el punto de vista de tu hijo. Cuando se actúa así, los niños acaban aprendiendo a respetarlo; puede que no les guste, pero se darán cuenta de que es algo justo.