La realidad se mide con datos fehacientes y estos arrojan un balance claramente favorable a la terapia de pareja. El porcentaje de éxito en una terapia de pareja ronda el 70 por ciento, tres de cada cuatro parejas mejoran su relación y el 90 por ciento de las personas que acuden manifiestan sentirse mejor tras haberla realizado.
Naturalmente, el éxito depende en gran medida de la convicción y los sentimientos de cada persona. En ocasiones las terapias se emprenden cuando el conflicto lleva años arraigado en la convivencia y la desilusión y la decepción dejan poco espacio para el futuro en común.
En cualquier caso, no hay fórmulas prestablecidas. La empatía, el amor y la disponibilidad a los cambios que ayuden a mejorar las cosas pueden vencer las tendencias negativas más enquistadas. En general, los procesos terapéuticos comienzan con una o varias sesiones y se pueden alargar por espacio de varios meses, en función del tiempo que lleve instaurado el conflicto y la predisposición y receptividad de los interesados.
Mucha gente piensa que una terapia consiste en hablar, contar cosas y recibir preceptos o consejos. La realidad es que los terapeutas conocen técnicas para propiciar desbloqueos y contribuir a que vuelva a fluir la comunicación. Sus herramientas incluyen recursos que ayudan a poner en práctica modos de relación más empáticos y asertivos.
Por otro lado, el rol de mediación activa reestablece la confianza y fija principios básicos sobre respeto y responsabilidad, al tiempo que revierte las dinámicas de dependencia emocional.
Como en tantos otros aspectos de la vida, el elemento humano es fundamental, pero a diferencia de la ayuda que puede prestar un amigo o confidente, el terapeuta domina herramientas y técnicas, ejerce su labor con profesionalidad y persigue el bien común. Una combinación de elementos que representa la mejor garantía para encauzar los problemas hacia su solución.