La creación de nuestro yo; de quienes creemos que somos y como nos relacionamos con nosotros mismos y con nuestro mundo se va formando poco a poco desde nuestra infancia. Es ahí, en nuestra infancia, donde nuestros patrones de comportamiento se forman y se arraigan con más fuerza.
Ron Kurtz nos lo explica así;
"Primero aprendemos un yo, o un self, y luego simplemente lo usamos, por el resto de nuestras vidas. De niños hacemos un mapa de lo que somos, de a quienes amamos y como nos vamos a comunicar. Hacemos un mapa de cómo es el mundo, de qué es posible en este mundo y que no es posible. Luego, cuando adultos, usamos ese mapa sin cambiarlo mucho." Ron Kurtz
Esto se produce principalmente porque durante nuestra infancia nuestro cerebro está "en construcción". Las estructuras prefrontales que conforman la parte del cerebro más racional todavía está en desarrollo. Sin embargo, las estructuras más emocionales están muy receptivas en la infancia para asegurar nuestra supervivencia.
De esta manera, nuestras experiencias tempranas y la forma de nuestros padres de interactuar con nosotros y con nuestras emociones marcará nuestro aprendizaje sobre cómo debemos tratarnos a nosotros mismos y nuestro abanico emocional. "nos tratamos como nos trataron".
Por ejemplo, si de niños nos dijeron que llorar estaba mal es probable que de adultos no nos permitamos llorar. O si siempre nos dijeron que éramos "raros", "tontos" o "malos" nos quedemos con la etiqueta y nos denominemos así a nosotros mismos de adultos, con las perjudiciales consecuencias emocionales que denominaros así puede tener.
Sin embargo, esto que nos dijeron no es la realidad. Sólo fue la forma que los adultos encontraron de lidiar con su entorno. Igual que tampoco lo convierte en cierto el hecho que de adultos nosotros lo pensemos.
Cuando estos patrones de "auto trato" interfieren en nuestras vidas es importante detectar donde se generaron y, con ayuda del psicólogo, buscar formas más amables de tratarnos e identificarnos. Definirnos como capaces y merecedores de amor, tanto del propio como del de nuestro entorno.