En la actualidad, se han ido dando cambios sociales que han dado lugar a la aparición cada vez mayor de nuevas formas de familia. En este caso, queremos hablar de la familia reconstituida. Estas familias están formadas por una pareja adulta en la que al menos, uno de los cónyuges tiene un hijo de una relación anterior, bien debido al fallecimiento de uno de los progenitores, o bien, debido al divorcio previo o separación de uno o los dos miembros de la relación de pareja.
Son familias en las que se da un número importante de cambios que suponen y requieren un proceso de adaptación general, por ejemplo, en relación a los hijos, ya que para ellos también supone necesariamente su adaptación a la nueva pareja y viceversa, así como la adaptación a un nuevo hogar, a un nuevo centro escolar, etc.
Cabe destacar que en estas familias, puede darse una pérdida implícita, ya que al haberse constituido anteriormente a la nueva relación de pareja, provienen de una separación anterior o muerte del cónyuge, con la carga emocional que esto supone y, siendo necesario, por un lado, adaptarse a los cambios como hemos señalado anteriormente y, por otro, aprender a manejarse con éstas pérdidas.
Este aspecto es de gran importancia porque es fundamental el poder elaborar esa pérdida adecuadamente, con tiempo necesario para poder adaptarse a las nuevas situaciones, donde la actual pareja que va a iniciar la convivencia en el núcleo familiar, no parte de cero, sino que en ese cambio, la familia ya tiene establecidas sus propias normas de funcionamiento, su dinámica familiar, su historia y sus rituales.
¿Qué es necesario tener en cuenta para que la convivencia sea lo más satisfactoria posible?
Éstas son nuestras sugerencias:
Por un lado, es necesario asentar la nueva relación de pareja después de un divorcio, separación, muerte o etapa de soltería, generando una base sólida para, seguidamente, acordar unos criterios previos donde se tengan en cuenta qué roles va a desempeñar cada miembro de la pareja, siendo fundamental que queden establecidos desde el principio.
También se puede valorar en la medida de lo posible, la posibilidad de tener un nuevo entorno en el que vivir, ya que esto supondrá necesariamente un nuevo cambio y proceso de adaptación para todos los miembros de la familia por igual.
Por otro lado, es imprescindible tener en cuenta qué funciones, normas y reglas se van a establecer respecto de la convivencia y en relación a la dinámica familiar, facilitando la expresión emocional de todos los miembros de la familia, como algo fundamental, donde se pueda dar una buena comunicación para poder afrontar los momentos difíciles que se puedan encontrar.
Es necesario que también se pueda dar un espacio individualizado y tiempo de dedicación diferenciado a la familia. Por un lado, a la pareja y, por otro, a los hijos. En este sentido, también es importante ir creando poco a poco el sentido de pertenencia al nuevo núcleo familiar, buscando y aprovechando puntos de unión entre los miembros, a través de actividades comunes de ocio y tiempo libre, viajes, vacaciones, etc.
Finalmente y también importante, la necesidad de alentar el aprecio de historia, tradiciones, costumbres, reglas y rituales previos, dando cabida a las nuevas, siempre desde la paciencia, el buen humor, la flexibilidad, el esfuerzo, la confianza y el compromiso.
Trabajadora Social
Intervención y Mediación Familiar