Acudir a un terapeuta experto no es signo de debilidad o de falta de resolución, ya que muchas de las causas profundas de lo que sucede están fuera del campo de acción personal o nacen de dinámicas consolidadas que requieren de una mediación para poder afrontarlas. En general dos factores vertebran los bloqueos que impiden a la pareja desarrollarse en todo su potencial.
Por un lado, los problemas de comunicación suelen estar en la raíz de las tensiones. Muchas veces porque se adoptan patrones poco constructivos, más orientados a la competencia que a la colaboración.
Por otro lado, detrás de muchos de los problemas de pareja hay una dificultad para poder aceptar al otro y un deseo de imponer una determinada forma de ser a quién comparte la vida. Ese hecho se traduce en comportamientos frustrantes, donde el reproche predomina sobre la aceptación, la confianza y el apoyo.
Normalmente los conflictos, relacionados con las dos características anteriormente descritas, nacen y se acentúan cuando se dan cambios importantes o factores de estrés, como las enfermedades, los problemas económicos y el cuidado o educación de los hijos. En otras ocasiones derivan de estados de insatisfacción crónica, de situaciones de dependencia emocional, de temor al compromiso o de infidelidad.
El horizonte de la separación o el divorcio asoma en multitud de casos que se canalizan hacia una ayuda terapéutica, que también puede ser muy útil, si finalmente esta resulta la mejor opción y se desea acometerla sin dolor.