El habla en un niño es, como cualquier otra función, una faceta que éste tiene que desarrollar. Al igual que cuando comienza a caminar lo hace de forma muy vacilante e insegura, para luego, a medida que va desarrollando la habilidad, se vuelve su paso más seguro y las caídas van disminuyendo, con el habla sucede algo similar.
El habla se desarrolla rápidamente durante los dos primeros años. En este tiempo el niño aprende a emitir sonidos, palabras y breves frases con sentido. A partir de los 2 años, los niños empiezan a formar frases más largas y es posible que observemos en nuestros hijos repeticiones, bloqueos o vacilaciones cuando hablan. Esto se debe a que ya pueden manejar una buena cantidad de palabras y la forma de combinarlas, pero no están muy seguros de si lo están haciendo bien.
A estas vacilaciones y repeticiones se las conoce como tartamudez evolutiva o fisiológica. Se trata de un periodo de afianzamiento y aprendizaje por el que pasan la mayoría de niños y que no deja consecuencias.
Es importante estar informados sobre esta etapa del desarrollo del lenguaje de los hijos y no preocuparse por estas alteraciones del habla, ya que los esfuerzos por corregirles o la atención que se les preste puede que no beneficien ni ayuden a los niños.
Los niños de esta edad dan a esta falta de fluidez en el habla la importancia que tiene, es decir, ninguna. No obstante, esto puede cambiar si nosotros como padres se la damos.
Por lo tanto, cobra vital relevancia la reacción que el medio ambiente muestra ante estas disfluencias o vacilaciones del niño. Los padres, los familiares, a veces, nos asustamos cuando escuchamos repeticiones o vacilaciones en el habla de nuestros hijos. Reaccionamos corrigiendo, expresando que así no se pronuncia, algunos regañando o imitando, puede que incluso a veces aparezca alguna burla.
Estas reacciones pueden hacer pensar a nuestros hijos que algo de lo que hacen no está bien y nuestros esfuerzos por ayudarles se alejan de nuestra intención inicial, y un hecho normal y transitorio dentro del desarrollo puede originar una tartamudez real.
Es fundamental que los padres esperen a que pase de manera natural, sin intervenir ni corregir al niño cuando habla. En muchos casos la ansiedad de los padres porque su hijo no tartamudee al hablar, hace que lo corrijan constantemente cuando se equivoca, lo que más que solucionar el problema, provoca en el niño una fijación del hábito.
Este es un período que se presenta espontáneamente en la mayoría de los niños y si no es objeto de atención, desaparece naturalmente.
Psicóloga. Máster en Logopedia