Sobreproteger no es proteger mejor

L@s niños desde su nacimiento requieren de unas necesidades básicas que el adulto ha de proveer como es el cuidado de su integridad física y emocional a través de las que, a su vez, van generando el vínculo de apego con sus progenitores.

Es un derecho de los niños que se les proteja; sin embargo, llega un momento en la que los adultos pueden llevar a cabo conductas sobreprotectoras, que lejos de proteger, genera en los más pequeños dificultades en su desarrollo, a medio y a largo plazo, limitando su autonomía y frenando su aprendizaje.

Por ello es importante diferenciar la protección de la sobreprotección en la educación de los niños y conocer las consecuencias ligadas a ello.

Como decíamos, toda persona necesita ser protegido, es un aspecto vital. Sin embargo, la sobreprotección, que en multitud de ocasiones se ejerce sobre los hijos, con todo el amor y con aras de facilitar su vida, se basa en los miedos que presentan los adultos y que de manera inconsciente se transmiten.

En la sobreprotección con los hijos, se establece una relación en la que los padres con tal de evitar que algo malo les ocurra, se anticipan a cualquier situación nueva que pueda resultar difícil y, así, prevenir que les produzca malestar a los más pequeños. Esta actitud que consideramos protectora hace que restemos posibilidades de asumir sus responsabilidades, limitando su aprendizaje, curiosidad y autonomía, pues como decía María Montessori “cualquier ayuda innecesaria es un obstáculo para el desarrollo del niño”.

Y, en lugar de ser conductas que brindan mayor seguridad y bienestar a los niños/as, cubren las necesidades del adulto y sus miedos, convirtiéndose muchas veces en contraproducentes.

Entre algunas de las consecuencias que un estilo educativo sobreprotector puede tener, se encuentra la influencia en el desarrollo de la autoestima de los niños, generando falta de confianza en sí mismos y en sus capacidades; generar baja tolerancia a la frustración, ausencia de pensamiento crítico, dificultad en la gestión emocional y mayor facilidad a desarrollar miedos, al visualizar el mundo como un lugar peligroso. En muchos casos, además, pueden crecer siendo pasivos, egoístas y tiranos y enlazar la adolescencia con conductas de riesgo.

Por tanto, es importante escuchar a nuestros hijos y darles el cuidado que necesitan, intentando no cruzar la línea a la sobreprotección y control, permitiéndoles el grado de autonomía e independencia que en cada etapa de desarrollo van requiriendo y, no por ello, dejar de ser para ellos un apoyo incondicional que los acompañe en el camino.

Algunas de las pautas a seguir para evitar la sobreprotección:

  • Fomentar la autonomía de los niños desde peques. Si tus hijos tienen intentos de empezar a comer solos, vestirse… dale las herramientas para hacerlo, restándole importancia a si se han manchado o si todavía lo están aprendiendo. En muchas ocasiones las prisas juegan malas pasadas y terminamos haciéndolo por ellos. Es necesario enseñarles los hábitos diarios y que los hagan por su cuenta sin controlar en todo momento cómo lo hacen.
  • Permitir que exploren el mundo que les rodea. Evitar intervenir cuando no existe un peligro real e intentar no estar en alerta en todo momento mientras está jugando, por miedo a si se cae, por ejemplo, en el parque.
  • Ofrecer responsabilidades acordes a su edad de desarrollo. Se sentirán útiles, satisfechos con sus capacidades y desarrollarán una buena autoestima.
  • Incentivar que unan lazos con otros niños/as, que se socialicen y evitar intervenir en cada conflicto social por tal de proteger. Es importante escuchar a los niños y enseñarles distintas alternativas para resolver sus problemas, pero no lo hagas por ellos; también se tienen que equivocar para aprenderlo.
  • Evita dar todo aquello que pida de manera inmediata sin razón alguna o de anticiparte a cubrir lo innecesario; por el contrario, enséñale como obtener las cosas con esfuerzo por sí mismos.
  • Por último y no menos importante, como papás y mamás es necesario revisar los miedos propios, para así, ser más conscientes e intentar no transmitirlos, sino enseñar a que exploren el mundo fomentando el equilibrio entre la autonomía y la protección, claves de un vínculo sano.

De esta manera, estaremos brindando a nuestros hijos del apoyo, acompañamiento y ayuda que necesiten, dotándoles de las herramientas que les enseñen a tomar decisiones de una manera eficaz y afrontar las situaciones que en su vuelo les plantea la vida.

Y no olvides, si como padre/madre necesitas una psicóloga infantil para ayudarte en tu acompañamiento y guía en este camino de la educación, puedes contactar con nosotros.

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