La mayoría de las personas hemos recibido una educación en la que se da la espalda a la muerte y al dolor, apartando estos dos conceptos de nuestras vidas con el fin de evitar un sufrimiento que, sin embargo, acabamos encontrando de frente al perder a un ser querido.
Hablar de la vida en cada una de sus etapas evolutivas es hablar de duelo. ¿Quién no ha soñado con retroceder una década atrás, con volver a vivir épocas pasadas? Todos esos sentimientos son pérdidas. Si nos paramos a pensarlo, podemos ver cómo nuestras primeras experiencias con la pérdida, incluso en el mejor de los casos, se remontan a nuestra infancia más temprana. La mayoría de nosotros podemos recordar la tristeza y confusión que sentimos tras la muerte de alguna mascota, incluso aunque los adultos intentaran minimizar el impacto de su pérdida. También con cada cambio de domicilio o con cada «graduación» en una escuela para poder acceder a la siguiente, perdimos inevitablemente algunos amigos al mismo tiempo que hicimos otros nuevos. Afortunadamente, en la mayoría de los niños, la desorientación que acompaña a estas circunstancias inevitables es breve e «invisible» hasta cierto punto y las pérdidas suelen verse compensadas por las nuevas posibilidades de aprender y relacionarse con otras personas. Por este motivo, no solemos tener la sensación de que sean problemáticas, a menos que el niño manifieste algo más que la habitual dificultad para aceptar la muerte del hámster que había sido su mascota o para adaptarse a su nuevo entorno. Y, sin embargo, no carecen de importancia, ya que la «práctica» que adquirimos en los temas del amor y la pérdida cuando somos niños se transmite a nuestra vida posterior, dando forma a nuestra manera de afrontarlas en etapas de mayor madurez. En circunstancias favorables, estas pérdidas tempranas pueden hacer que desarrollemos una resistencia que nos ayude a afrontar desafíos posteriores y darnos la seguridad de que nosotros mismos y quienes nos rodean tenemos los recursos necesarios para superar unidos las experiencias difíciles.
Hablar de duelo es hablar de dolor, de melancolía, de vacío, es algo personal y único, cada uno lo experimenta a su modo y manera.
Al principio vivimos momentos de confusión en los que podemos sentir gran angustia, sequedad en la boca, dolor u opresión en el pecho y garganta, falta de aire, insomnio, pérdida de apetito, que van disminuyendo en frecuencia e intensidad a medida que pasa el tiempo. Cuando la realidad de la pérdida comienza a asentarse, es normal experimentar ira o frustración, esta emoción puede estar dirigida hacia uno mismo, hacia los demás e incluso hacia el sujeto u objeto de la pérdida.
Podemos pasar a negociar con la realidad, "¿y si hubiera hecho esto diferente?" o "¿y si hubiera buscado ayuda antes?", para sentir de nuevo una profunda tristeza, fatiga, desesperanza, y poco a poco ir sintiendo un volver a interesarse por la vida, comprender mejor el proceso por el que estamos pasando y sentir la normalidad de lo que estamos viviendo por doloroso que sea puede ayudarnos a integrar la experiencia.
Vivimos nuestras vidas como historias. Al igual que las novelas, nuestras vidas tienen comienzos, desarrollos y finales. Tienen una estructura «argumental» diferenciada, una secuencia de acontecimientos llena de significados que ponen de manifiesto quiénes somos y dan forma a aquello en lo que nos convertimos. Incluyen un variado elenco de personajes que interactúan en escenas trágicas o cómicas. Y pueden segmentarse en capítulos que corresponden a los «períodos» más importantes de nuestras vidas, cuyos títulos y organización varían en función de la vida que describen (la inocencia de la juventud, el final de la niñez, la llegada de la edad adulta, etc.).
Cuando sufrimos una pérdida importante, se interrumpe el desarrollo esperado de la historia de nuestra vida. Como en una novela que pierde uno de sus personajes principales a mitad de la narración, debemos reescribir los siguientes capítulos para explicar la pérdida de manera coherente y permitir que el argumento siga adelante con los personajes que quedan, introduciendo quizá nuevos personajes a lo largo del camino.
¿Cómo sería entonces acompañar a alguien en el proceso de duelo?
Es un acto de empatía y apoyo que requiere sensibilidad, paciencia y comprensión, además de:
- Escuchar sin interrumpir, juzgar o dar consejos no solicitados es fundamental. Deja que la persona exprese sus sentimientos y emociones a su propio ritmo. A veces, solo necesitan sentirse escuchados y comprendidos.
- Ofrecer nuestra Presencia: la presencia silenciosa puede ser muy poderosa. No siempre es necesario hablar; simplemente estar ahí, ya sea en persona, por teléfono o mensaje, puede brindar mucho consuelo.
- Validar las Emociones: es importante reconocer que todas las emociones son válidas durante el duelo, ya sean de tristeza, enojo, culpa o incluso alivio. Evita frases como "sé cómo te sientes" o "al menos...", ya que pueden minimizar sus sentimientos.
- Respetar el Espacio Personal: algunas personas pueden necesitar tiempo a solas para procesar su dolor. Respeta su necesidad de espacio, pero hazles saber que estás disponible cuando te necesiten.
- Continuar el apoyo en el Tiempo: el apoyo debe ser constante y no solo durante las primeras semanas. Fechas especiales como aniversarios, cumpleaños o las fiestas pueden ser especialmente difíciles, así que mantente en contacto.
- Sé Paciente y Comprensivo/a: el duelo es un proceso único para cada persona y no tiene un tiempo determinado. Evita presionar a la persona para que "supere" su pérdida o que vuelva a la normalidad. Permítele llevar el duelo a su propio ritmo.
Y ahora vamos con algunos más para la persona que atraviesa el duelo:
- Permítete Sentir: es crucial permitirte experimentar todas las emociones que surgen durante el duelo, sin juzgarlas ni reprimirlas. El duelo no sigue una línea recta, y es normal pasar por diferentes etapas como la negación, la ira, la negociación, la depresión y, finalmente, la aceptación. Entiende que es un proceso no lineal y que cada persona lo vive de manera diferente.
- Exprésate Emocionalmente: expresa tus emociones de maneras que te resulten naturales. Esto puede incluir hablar con amigos o familiares, escribir un diario, pintar, tocar música o cualquier forma de arte que te ayude a liberar tus sentimientos.
- Mantén Rutinas Básicas: a veces, el duelo puede hacer que pierdas el interés en las actividades diarias. Intenta mantener ciertas rutinas básicas, como comer bien, dormir lo suficiente y realizar algún tipo de actividad física, aunque sea moderada. Estas rutinas pueden ayudarte a sentirte más anclado.
- Crea un Espacio de Recuerdo: algunas personas encuentran consuelo en crear un espacio en su hogar con fotos, cartas u objetos que recuerden a la persona fallecida. Este espacio puede servir como un lugar para reflexionar, recordar y procesar el dolor.
- Apóyate en Tus Redes de Apoyo: no dudes en buscar apoyo en amigos, familiares, comunidades religiosas o grupos de apoyo específicos para el duelo. Compartir tus sentimientos con otros que hayan pasado por una experiencia similar puede proporcionar consuelo y comprensión.
- Practica el Autocuidado: es fundamental durante el duelo. Esto puede incluir actividades que te relajen y te ayuden a sentirte mejor, como tomar un baño caliente, practicar yoga, meditar, caminar por la naturaleza o leer. El autocuidado no es egoísta; es necesario para sanar.
- Realiza Rituales: los rituales, como realizar una ceremonia conmemorativa o escribir una carta a la persona u objeto que has perdido, pueden ayudarte a procesar tu dolor y encontrar un sentido de cierre. Incluso acciones simples, como plantar un árbol en su memoria, pueden ser profundamente significativas.
- Practica la Gratitud: aunque puede ser difícil, intenta enfocarte en los buenos recuerdos y las experiencias compartidas con la persona que perdiste. Practicar la gratitud puede ayudarte a mantener un equilibrio emocional y encontrar momentos de paz en medio del dolor.
- Establece Metas Pequeñas y Realistas: en momentos de dolor profundo, el futuro puede parecer abrumador. Establecer pequeñas metas diarias, como salir a caminar o hablar con un amigo, puede ayudarte a sentirte más controlado y a avanzar lentamente.
- Permítete Vivir Nuevas Experiencias: a medida que avanzas en tu proceso de duelo, permite que nuevas experiencias entren en tu vida. Esto no significa olvidar, sino aprender a vivir con la pérdida y encontrar nuevas maneras de disfrutar la vida.
- Usa Técnicas de Relajación: las técnicas de relajación, como la meditación, la respiración profunda o el mindfulness, pueden ayudarte a gestionar el estrés y la ansiedad que suelen acompañar al duelo o cualquier otra que sientas que te ayuda.
- Considera la Ayuda Psicológica Profesional: si ves que el dolor del duelo te está afectando mucho y que no mejora con el tiempo. Esto no es una señal de debilidad, sino una manera de obtener la ayuda adecuada para superar un momento difícil.
Manejar el duelo es un proceso que lleva tiempo, y no hay un calendario exacto para la recuperación. Lo más importante es ser amable contigo mismo y permitirte sentir y procesar cada etapa a tu manera.
Psicóloga y sexóloga