Normalmente, cuando alguien llama a la puerta de un terapeuta es porque algo de su tupido velo falló, dejando al descubierto un angosto vacío de preguntas sin respuestas, donde la trama que construyó para vivir hace aguas, presenta grietas y ha perdido su efecto pantalla sobre el sol cegador. ¿Cómo sino mirar a cielo abierto?