Estar en el supermercado y de repente que nuestro peque comience a llorar y patalear por algo que ha visto en el expositor, o en casa de los abuelos porque quiere comer algo diferente a lo que toca, jugando porque una de sus piezas de construcción no encaja….. ¿Qué papa no ha tenido que enfrentarse a estas situaciones alguna vez? Realmente son momentos en los que podemos llegar a perder los nervios, bien porque queremos pararlo y no podemos o porque estamos en un sitio público y sentimos que estamos dando un espectáculo. Comprender por qué los niños se comportan así y actuar correctamente s la clave para afrontar las rabietas, y que estas no se conviertan en el método habitual de nuestro hijo para expresar su disconformidad con situación vivida.
¿Por qué se producen?
Las rabietas suelen empezar alrededor de los dos años, cuando los niños comienzan a desarrollar su independencia y no les gusta que sus padres les digan lo que deben o no deben hacer. No saben esperar aquello que quieren, y la respuesta a no obtenerlo suele ser una rabieta.
Los niños también utilizan las rabietas para llamar nuestra atención o manipular nuestras decisiones, en este caso estaríamos ante una rabieta voluntaria. Sin embargo, hay momentos en los que tienen sueño o están cansados e incluso tienen hambre, y en este caso se pueden producir las rabietas involuntarias.
Para entender este comportamiento pensemos los niños pequeños no tienen capacidad para expresarse y argumentar su disconformidad con los planes o decisiones de sus padres. Esta incapacidad para expresarse, irrita y frustra al niño.
El modo de ayudarlo es enseñarle a gestionar sus emociones, expresar su enfado, y aumentar su tolerancia a la frustración, todo ello ayudará a que las rabietas sean evolutivas y no la forma de expresarse de nuestro hijo.
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