Una de las razones por las que a veces nos preguntamos si nuestro deseo sexual es bajo o normal es precisamente el uso del término “normal”. Tendemos a compararnos con los demás, leemos artículos sobre cuál es la frecuencia “ideal” de actividad sexual en pareja y nos cuestionamos a nosotros mismos cuando un amigo nos cuenta las veces que mantiene relaciones sexuales a la semana. Y es en ese punto cuando nuestra cabeza empieza a dar mil vueltas: “¿Será que yo tengo poco sexo?, ¿será que Pepito es un fantasma?, Yo no tengo tanto tiempo para practicar sexo… ¿o será que tengo bajo deseo sexual?, ¿seré normal? Mi pareja ya no se me acerca como antes… ¿será él/ella quien ya no siente deseo por mí?, ¿ya no le atraigo? La verdad es que antes no salíamos de la cama y ahora lo hacemos cada vez que se alinean los planetas… ¿tenemos pocas relaciones sexuales?, ¿seremos normales?...”.
Ponemos el punto de mira en lo que creemos o nos han contado que es “lo normal” y nos olvidamos de que ‘normal’ es una palabra sobrevalorada. ¿Qué significa?, ¿es normal lo que hace la mayoría?, ¿lo normal es las veces que Pepito mantiene relaciones? Y queremos estar dentro de esa supuesta normalidad para no salirnos del espectro y no sentirnos unos bichos raros.
Pues bien, lo normal es lo que para ti sea normal. Es decir, hablando de relaciones sexuales, lo normal para cada uno será aquello en lo que nos sintamos cómodos. Si yo deseaba acostarme con mi pareja varias veces a la semana y ahora solo una, mi nivel de deseo ha bajado (por las circunstancias que sea, eso ya es otro tema). Si yo me siento cómodo teniendo sexo una vez cada dos semanas, para mí eso es lo normal. Y mi deseo, aunque sea menor que el de la mayoría, para mí está bien y no necesito más.
Es importante aquí tener en cuenta a la pareja puesto que puede que cada uno tengáis niveles de deseo diferentes. En estos casos, la clave es tener una buena comunicación que permita expresar nuestros deseos, fantasías, limitaciones, etc. y encontrar un equilibrio entre el deseo de nuestra pareja y el propio.
No podemos establecer unos estándares de frecuencia y variedad sexual dependiendo de lo que otros fijan como “lo que debería ser” sino que debemos analizar si, teniendo en cuenta nuestras propias necesidades, nuestro deseo sexual ha variado y en qué medida lo ha hecho.
Para ello, podemos hacernos las siguientes preguntas:
- ¿Ha cambiado mi nivel de deseo últimamente? ¿Desde cuándo?
- ¿Hay alguna circunstancia en mi vida que pueda ser la causa?
- ¿Estoy tomando alguna medicación o tengo alguna enfermedad que pueda estar influyendo?
- ¿Estoy pasando por una época de estrés?
- ¿Busco momentos para tener sexo o los estoy evitando por alguna razón?
- ¿Tengo pensamientos sexuales o fantasías eróticas?
- ¿Tengo deseos de masturbarme?
- ¿Me apetece tener sexo con mi pareja?
- ¿Mi relación de pareja está bien?
- ¿Me atraen otras personas?
- ¿Estoy satisfecho/a sexualmente? ¿por qué?
A veces es complicado dar respuesta a todas estas preguntas y necesitamos de alguien que nos ayude a encontrar las causas de por qué nuestro deseo ha cambiado o es más bajo (o más alto, ¡ojo!) de lo que nos gustaría. Podemos entonces acudir a un profesional de la sexología y enfocarlo desde una perspectiva terapéutica –individual o en pareja- y así averiguar los motivos de nuestra inapetencia sexual. Al fin y al cabo, la sexualidad no está separada del resto de nuestra vida y, a veces, igual que intentamos mejorar nuestro estado de ánimo, estrés, ansiedad, etc., podemos trabajar para que nuestra vida sexual sea más plena y satisfactoria.