La violencia filio parental (en adelante VFP) es un tipo de violencia familiar, en la que quien comete el acto dañino es un menor con la intención de causar un daño físico, psicológico o económico a uno o ambos progenitores para ejercer el poder y control sobre ellos. Dentro de este tipo de violencia se incluye una amplia gama de comportamientos abusivos que incluyen el robo, destrucción de la propiedad, la agresión, intimidación, también se incluyen amenazas de autolesión cuando el objetivo es ejercer el control. Se excluyen de la VFP aquellas agresiones que se producen de forma puntual o las que se dan en un estado de disminución de la consciencia y que desaparecen cuando ésta se recupera, así como las agresiones ejercidas por un hijo autista o con deficiencia mental grave. Por otra parte, tampoco se considera VFP el parricidio sin historia de agresiones previas.
Aunque este tipo de violencia ha existido desde hace siglos, por un lado, los medios de comunicación reflejan un incremento importante en la aparición de casos y por otro se ha dado un aumento del número de denuncias lo que ha generado una gran preocupación social que nos pone de manifiesto la necesidad de su estudio para conocer tanto los factores de riesgo como su prevención.
La adolescencia constituye un periodo evolutivo caracterizado por numerosos cambios biológicos, psicológicos y sociales, y como tal exige un importante esfuerzo de adaptación por parte de los adolescentes y sus cuidadores.
El perfil de los agresores y víctimas de VFP puede variar considerablemente y no existe un tipo único que se aplique a todas las situaciones. Sin embargo, la mayoría de los niños y adolescentes violentos suelen ser varones que sienten una profunda aversión a ser supervisados o guiados por sus progenitores y, en algunos casos extremos, por cualquier otro adulto responsable.
Los agresores con frecuencia muestran problemas de conducta como el comportamiento antisocial y una impulsividad elevada que les impide un buen manejo de emociones desagradables como la frustración.
La VFP puede ocurrir en una amplia variedad de contextos familiares y no está limitada a ningún tipo específico de estructura familiar. En algunas familias se presentan ciclos de escalada de violencia a lo largo de años. A menudo la VFP ocurre en el contexto de familias con alta violencia intrafamiliar. El menor puede haber sido maltratado directamente por sus progenitores o puede haber sido testigo de la violencia ejercida contra su madre. En estos casos su propia conducta agresiva podría representar una reacción a las agresiones o simplemente una respuesta adquirida por aprendizaje social.
La ausencia de límites claros y una dificultad en el manejo de la disciplina puede favorecer la aparición de comportamientos agresivos. Cuando se dan patrones de comunicación conflictiva aumenta la tensión que junto con un mal manejo emocional contribuye a que puedan aparecer respuestas violentas. En algunos casos puede darse abuso de alcohol u otras drogas por parte del adolescente o de los padres.
Aunque este tipo de violencia puede aparecer en cualquier contexto socioeconómico, factores como el desempleo, la pobreza o la inestabilidad económica pueden aumentar el estrés familiar aumentando de esta manera el riesgo de aparición de comportamientos violentos.
Los factores de riesgo interactúan entre sí de forma compleja, de manera que no se desarrollarán conductas de VFP en todas las familias que los experimentan.
Este tipo de violencia puede tener graves consecuencias tanto para los padres como para los propios agresores, entre ellas se pueden destacar las consecuencias en el plano emocional y psicológico como la depresión, culpa, vergüenza o emociones intensas de rabia y tristeza. La VFP puede dañar seriamente las relaciones familiares tanto presentes como futuras y llevar al deterioro y desintegración familiar provocando soledad y falta de apoyo. Además de lo anterior puede haber consecuencias legales como órdenes de alejamiento, arrestos o procedimientos judiciales generando más estrés a los afectados.
Es importante tener medidas de prevención que disminuyan el riesgo de que ocurra la VFP, por un lado, es importante proporcionar a los padres herramientas y habilidades de crianza positiva y efectiva incluyendo la gestión de emociones abrumadoras tanto de los menores cómo de ellos mismos, de forma que se favorezca la resolución de conflictos de forma empática y pacífica.
El tratamiento de la VFP implica un trabajo multidisciplinar que aborde cada caso de forma individualizada teniendo en cuenta las particularidades de cada uno.
En general la terapia tanto individual como familiar puede ser un factor clave beneficiando tanto a los padres como a los agresores aportándoles habilidades de control emocional y estrategias conductuales que mejoren la comunicación y la resolución de problemas de forma asertiva, fortaleciendo su capacidad y confianza para el manejo del conflicto.
Psicóloga Adultos, Adolescentes y Familias