La queja que nos destruye

El cerebro humano está diseñado para detectar peligros y evaluar riesgos y esto es algo que nos ha permitido sobrevivir como especie. Sin embargo, hoy en día tendemos a ver como amenazantes situaciones que no suponen un peligro en realidad por lo que vivimos en constante alerta. Esta forma de ver el mundo hace que nos centremos mucho más fácilmente en todas las cosas negativas que puedan ocurrir a nuestro alrededor, dando lugar a la queja.

Quejarnos sobre algo nos puede servir para poder desahogarnos sobre una situación, ayuda a la expresión emocional e incluso puede hacernos conscientes de aquello que nos está generando malestar para poder resolverlo. Pero más allá de esto, si nuestra forma de quejarnos es tan repetitiva que se convierte en una forma de funcionar, la queja nos servirá solamente para sentirnos peor.

Y, ¿por qué nos quejamos tanto?

  • Necesidad de desahogo y expresión emocional.
  • Necesidad de sentirnos escuchados y comprendidos por los demás.
  • Poco a poco se ha ido creando el hábito de quejarse.
  • Tenemos una personalidad que tiende a ser muy catastrofista, perfeccionista o exigente.
  • Lo utilizamos como recurso cuando no tenemos tema de conversación.
  • Lo hemos aprendido de haberlo visto en casa de pequeños/as.
  • Hemos aprendido a relacionarnos así con las personas con las que pasamos más tiempo (por ejemplo, en el trabajo o en casa) y acabamos por generalizar esta actitud en otros contextos de nuestra vida como la pareja o las amistades.

 
Consecuencias de quejarnos constantemente.

  1. No pondremos solución a los problemas.
    Si estamos todo el rato centrándonos en la parte más negativa de las situaciones, seremos incapaces de poder ver otros puntos de vista o buscar otras alternativas. Nos sentiremos bloqueados y no intentaremos resolver nada. Sin embargo, si dedicamos este esfuerzo y energía en pensar qué podemos hacer que esté en nuestra mano para mejorar la situación, puede que nos resulte mucho más eficaz.
  2. Lo veremos todo desde el filtro de la negatividad.
    Si nos acostumbramos a ver solo la peor parte de las cosas, será lo que más tendamos a ver. Esto evitará que podamos ser capaces de ver lo bueno dentro de lo malo y podamos coger más perspectiva.
  3. Genera mal humor y peor estado de ánimo.
    Cuando estamos comentando una y otra vez todo lo que no nos gusta o nos parece mal, al final nos enfadaremos, nos frustraremos o nos pondremos tristes amplificando involuntariamente nuestro malestar.
  4. No asumiremos nuestra responsabilidad.
    En la vida hay situaciones que se escapan de nuestro control y no tenemos más remedio que aceptar que son así y que no podemos hacer nada para cambiarlo. Pero no todas las situaciones son así ya que hay otras que sí dependen de nosotros/as o que sí está en nuestras manos hacer algo diferente. Si continuamos estancados en la queja constante y echando la culpa de todo al contexto o a otras personas, nos quedaremos en un rol de víctima y eso impedirá que podamos darnos cuenta de la parte que nos corresponde y movilizarnos hacia la acción.
  5. Nos aleja de los demás.
    Esta negatividad ininterrumpida puede provocar que las personas que más nos importan empiecen a sentirse incómodas y molestas con tanta queja y quizá prefieran pasar menos tiempo con nosotros/as.

¿Qué podemos hacer?

  • Date cuenta de cuánto tiempo dedicas a quejarte. Elige cualquier día y estate atento/a al número de veces que expresas una queja o que la piensas. Esto te hará ser más consciente de lo que te sucede.
  • Puedes preguntarte si resolver esa situación depende o no de ti. Si es así, puedes elaborar un plan de acción para intentar resolverlo. En caso contrario, tendrás que aceptar poco a poco que no está en tu control solucionarlo y puede serte más útil enfocarte en algo de ti o de tu vida donde sí puedas hacer algo para cambiarlo.
  • Identifica qué puede haber detrás de la queja: miedos, inseguridades, baja autoestima, altas expectativas o expectativas irreales, etc.
  • Conoce tu diálogo interno. Lo que nos decimos y cómo nos lo decimos afecta a nuestro estado de ánimo y al concepto que tenemos de nosotros/as. Si has detectado que te hablas de forma muy negativa o que siempre te centras en lo malo, intenta hablarte de forma más amable o buscar excepciones de la situación (algo que te pueda gustar, o cosas que estén bien).
  • Por último, si sientes que es demasiado y no sabes qué hacer al respecto, siempre puedes pedir ayuda a un/a profesional de la salud mental que pueda guiarte de forma más individualizada.

 

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