Recientemente se ha aprobado la Ley Orgánica de Garantía Integral de la Libertad Sexual, más conocida como "Ley del solo sí es sí". En ella, tras la relevancia del caso mediático de La Manada, se ha dado la importancia que se merece al consentimiento sexual, reflejado en la ley como: “Sólo se entenderá que hay consentimiento cuando se haya manifestado libremente mediante actos que, en atención a las circunstancias del caso, expresen de manera clara la voluntad de la persona”. Además, reconoce que la pasividad, el silencio o la no oposición, no implica consentir.
Además, esta nueva ley elimina la distinción entre agresión y abuso sexual, agrupando, en diferentes niveles de gravedad de agresión, toda conducta que atente contra la libertad sexual sin el consentimiento de la otra persona.
No obstante, más allá del consentimiento en las relaciones sexuales, existen otros aspectos a analizar, como son el deseo, la coacción y la coerción.
Cabe indicar que la coacción está tipificada dentro de los Delitos contra la Libertad, implicando violencia física y/o intimidatoria. Pero ¿qué ocurre si se emplean técnicas psicológicas y/o verbales, sumado al compromiso? Hablaríamos entonces de coerción, definida por la RAE como: presión ejercida sobre alguien para forzar su voluntad o su conducta.
Investigaciones recientes la definen como una táctica para llevar a cabo determinados actos sexuales en contra de la voluntad de la otra persona, pero con su consentimiento. Como se indicaba en el párrafo anterior, el compromiso en una relación de pareja juega un papel muy importante, ya que se convierte en una variable que puede camuflar dichas tácticas. Es decir, de manera gradual, sin la utilización de la intimidación y/o la violencia física (ya que sería coacción), se pueden llegar a consentir relaciones sexuales donde no exista deseo.
En resumen, tal y como indica Beres, no todo acto sexual consensuado y consentido, implica deseo. Cabe entonces velar por la salvaguarda de la libertad sexual, otorgando importancia tanto al consentimiento sexual o la coacción, como a la percepción de estrategias de coerción sexual en las relaciones sexuales.
Para ello, la sociedad debe reivindicar el derecho de toda persona a tener una libertad y autonomía sexual, que otorgue capacidad de afrontar situaciones como las descritas, mediante campañas de sensibilización; pero, principalmente, a través de una educación sexual impartida desde edades tempranas.