Las rupturas de pareja, por separación o divorcio, conllevan cambios en la vida de todos los miembros de la unidad familiar. No son únicamente los progenitores quienes deben reestructurar su vida, sino que también el menor debe adaptarse a esta nueva situación.
Es entonces cuando los progenitores tienen el deber de favorecer una adaptación del menor sana y sin grandes cambios, con la finalidad de que experimente el mínimo cambio en su rutina, teniendo en cuenta que se enfrentará per se al inevitable cambio que supondrá dejar de convivir con ambos progenitores a la vez.