El miedo como emoción primaria que compartimos con la mayoría de animales, está relacionado directamente con nuestra supervivencia y la de personas cercanas, es una emoción “preservadora de la vida” (Boon, S.,Steele, K. y Van Der Hart, O. 2014). Como toda emoción tiene un propósito: nos alerta de la existencia de un peligro o amenaza para que organismo ponga en marcha mecanismos para hacer frente (luchar, huir o paralizarse).
Sin embargo, a diferencia de los animales, las personas podemos sentir miedo en ausencia de amenaza real o que no es realmente peligrosa, sino imaginada, es decir que no es tangible, que no ocurre en el momento presente o que no tiene una causa concreta que podamos identificar. La ansiedad tiene su origen en el miedo. Las personas ansiosas sienten que algo malo va a ocurrir pero no detectan ninguna situación que pueda poner en peligro su vida.
Muchas de estos miedos imaginarios están asociados a la relación con otros: miedo a que piensen mal de mí, a no tener la aprobación de los demás, a fallar, a no estar a la altura de las expectativas, a independizarse, a la soledad…etc. Es el propio pensamiento el que activa la amígdala, nuestro cerebro emocional, que activa a su vez los mismos circuitos cerebrales que un peligro real. La mente y el cuerpo reaccionan con los mismos síntomas que si se enfrentara a un grave peligro.
Por lo general, las personas que sufren crisis de ansiedad, tienen dificultad para permitirse sentir emociones negativas (ira, rabia, enfado, miedo) por lo que manifiestan con su cuerpo (taquicardia, sensación de ahogo, mareos…) elementos emocionales que no son capaces de transmitir a través del lenguaje verbal. La ansiedad, es la brillante estrategia de supervivencia que nuestro organismo ha orquestado para llamar nuestra atención y que así escuchemos aquello que estamos pasando por alto. Ya antes, en multitud de ocasiones nos ha avisado con pequeñas señales (mareos o sofocos aislados, noches sin poder pegar ojo, llorar sin saber por qué...) pero no ha obtenido respuesta a estas llamadas, por lo que nuestro organismo ha tenido que aumentar la intensidad. Algo así como cuando no oigo la radio entonces subo el volumen.
La ansiedad es la alarma que nos avisa de que es preciso revisar y actualizar ciertas creencias sobre nosotros y nuestro alrededor, nuestra gestión de emociones, nuestra manera de relacionarnos con la familia, amigos… porque ya no funcionan. Nos informa de que necesitamos introducir cambios en nuestra manera de vivir.
Es conviene abrirse a la experiencia de la ansiedad con aceptación y curiosidad, sin huir de la vivencia desagradable del momento. Procurar buscar una solución inmediata o explicación solo va a hacer hundirse más. Establecer cierta distancia y estar presente sin dejarnos engullir por ella. Explorar para poder entender cuál es su función concreta y poder así traducir lo que nos quiere decir, para aprender otros recursos distintos que nos ayuden a vivir mejor.
El miedo es un monstruo inventado por nosotros mismos que luego nos espanta y que nos persigue… existen tantos miedos como puedan inventarse y como no existen límites a nuestra fantasía, tampoco existen límites a nuestra capacidad de inventarlos. Del mismo modo, en tanto que es construido por nosotros también puede ser desestructurado y superado. (Nardone, 2003).