El cuerpo no puede ser silenciado ni homogeneizado, a pesar de que la modernidad (estética, publicidad, ciencia, etc.) se empeñe en ello. Mientras estemos vivos, sentiremos, cada uno a su manera, desde la diferencia. Es precisamente este cuerpo del sentir y no el cuerpo de las formas, con el que hemos de lidiar y del que nos ocuparemos en estas líneas.