Estamos en verano y quien no ha disfrutado ya de sus vacaciones, está a punto de hacerlo. Vamos notando ya la necesidad de parar y desconectar de una forma u otra. Fatiga, dificultad de concentración, desmotivación, … el cuerpo y la mente nos avisan de la necesidad de ese merecido descanso, más aún en este año en el que la presencia de la pandemia ha incrementado el nivel de estrés en la mayoría de las personas, bien sea por el riesgo de exposición, incertidumbre sobre el trabajo, sobrecarga de trabajo, o miedo a enfermar, si es que no ha enfermado, entre otros motivos.
Cuando hablamos de vacaciones, no hablamos exclusivamente de “el viaje de tu vida”, desafortunadamente, no todo el mundo puede permitirse la gran escapada, aunque por la exposición a las redes, parece que todos debiéramos hacer un viaje increíble, si no es así, parece que fracasas.
Vacaciones es un tiempo más o menos breve, para desconectar de la rutina, de las preocupaciones, del trabajo. Es un momento de dejar atrás las exigencias, incluso la de estar bien todo el tiempo. Es el tiempo que dedicamos a hacer lo que nos gusta, con la gente que queremos, o sol@s, que tampoco está mal.
Entre los beneficios de las vacaciones tenemos:
- Reducción del estrés y mejora del bienestar emocional, siempre que no nos dejemos arrastrar por la exigencia de disfrutar y planificar todo.
- Ayuda a mejorar la capacidad de flexibilizar y adaptación, por la presencia de estímulos nuevos (paisajes, costumbres, idiomas,)
- Reduce el riesgo de enfermedades coronarias.
- Mejora la autoestima, al tener que resolver los desafíos que plantea, desde la planificación a los imprevistos que puedan surgir.
- Ayuda a ampliar la perspectiva, enfocar desde diferentes puntos de vista, e incluso relativizar algunos problemas.
- Ayuda a la elaboración de recuerdos agradables, lo que aumenta la sensación de felicidad.
En relación con este último beneficio, te planteo un ejercicio: en estas vacaciones, para un momento, tumbado en la playa, flotando en el agua, caminando por el monte, despertando de la siesta, jugando con tus hijos, mirando las estrellas… pon toda tu atención en ese momento: ¿qué luz hay?, ¿qué colores?, el olor, la brisa, la temperatura, el sonido ¿estás a solas o con alguien?, mírale, mira bien a tu alrededor y focalízate en aquello que más te gusta, respira profundamente y presta atención a tu cuerpo, ¿qué sensaciones físicas sientes? Presta atención a tu respiración, contacta plenamente con esa sensación de bienestar y guárdala en tu memoria. Haz como una foto sensorial de esa situación, la vas a utilizar más adelante. Si ya has tenido vacaciones, piensa en ese momento tan agradable que has vivido y presta atención a los recuerdos de las sensaciones que planteábamos antes.
Cuando la rutina y las demandas del trabajo y el día a día te abrumen, evoca ese recuerdo, esas sensaciones, préstales atención y recréate en ellas, esto te va a llevar a reactivar ese estado de bienestar, por lo tanto, te ayudará a reducir el malestar del momento.
¡Felices vacaciones!